En muchos países alrededor del
mundo, las escuelas han implementado programas de educación bilingüe. Para fortalecer el bilingüismo, o dominio de
dos idiomas, algunos planteles enseñan a los niños primero en su lengua nativa
y luego cambian al inglés. Otros los
sumergen en el inglés desde el comienzo utilizando el método EISL (Enseñanza
del Inglés como Segunda Lengua).
Sobre la efectividad de estos dos
enfoques en la educación bilingüe existe controversia. El asunto es difícil de
resolver ya que la mayor parte de la investigación se ha dirigido solamente
hacia la manera como los niños aprenden inglés y no a qué tan bien lo hacen en
la escuela y en la sociedad en general.
Una ventaja del primer método es que al hacer énfasis en el valor de la
lectura y la escritura de su lengua nativa, los niños llegan a ser
verdaderamente bilingües y además se pueden sentir orgullosos de su identidad
cultural.
Otra pregunta es si un niño con dos
idiomas no llega a dominar a plenitud ninguno de los dos. Éste no parece ser el caso. De hecho, cuando la segunda lengua se ha
aprendido sin ningún sacrificio de la primera, y cuando el bilingüismo causa
admiración, los niños que hablan dos idiomas tienden a alcanzar niveles más
altos de logros cognoscitivos. Conocer
una lengua no interfiere con el aprendizaje de otra y el aprendizaje de ésta no
le quita fluidez al niño con la primera.
Los niños bilingües pueden
cambiar con facilidad de un idioma al otro.
Cambiar de lengua para corresponder a una situación, o intercambio
de código lingüístico, parece ser algo natural en estos niños quienes
aprenden muy pronto, por ejemplo, a hablar con sus padres de una manera
diferente a como hablan con sus amigos.
Un ejemplo común del intercambio de código lingüístico se presenta entre
algunos afroamericanos que hablan inglés estándar en la escuela, en el trabajo
y el mundo exterior, pero que emplean el inglés de su entorno racial cuando
charlan con su familia o amigos. Esta
forma del idioma inglés, empleada por algunos estadounidenses de raza negra,
tiene una gramática particular que parece derivarse de lenguas africanas. Como no se ajusta al inglés estándar, su uso
dentro de la sociedad en general puede considerarse una falla mientras que en
el medio informal sirve para afianzar los nexos culturales.
Otro aspecto de interés es el
costo de la educación bilingüe. Para que
un programa sea eficaz, los profesores deben conocer y estar en capacidad de
enseñar ambas lenguas, y los grupos de clase deben ser pequeños. Muchas escuelas consideran los programas
bilingües como un lujo que no pueden pagar.
Sin embargo, muchos niños inscritos en aulas donde se habla inglés sin
ninguna instrucción especial en ese idioma fallan en su trabajo escolar y bien
pueden retirarse de sus estudios lo que representa, al final, más costos para
la sociedad que la educación bilingüe.
El bilingüismo no es sólo un tema
educativo sino también político; así, en Canadá, donde se espera que los niños
nacidos allí hablen inglés y francés, la población de algunos distritos cuenta
con más personas de un grupo cultural que del otro. En Estados Unidos, el asunto se refiere más a
cómo integrar a los inmigrantes. Además,
el bilingüismo tiene ramificaciones psicológicas ya que la identidad se haya
relacionada con la cultura y el lenguaje, y la autoestima se ve afectada por lo
que sucede en la escuela y por el desempeño que se demuestre en la sociedad.
FUENTE: Adaptado de “Psicología del Desarrollo”. Diane E. Papalia y Sally Wendkos Olds.